Se la ve expectante. Observa con atención mientras el tiempo corre empeñado en añadir inquietud al momento. Sentada en el muro de la terraza, toda su atención se centra en un punto que cualquiera concluiría es aquél por el que tiene que venir la persona a la que espera. Pero hace rato que no las tiene todas consigo. Está cansada. La historia se repite. Le cuesta seguir creyendo.
La posición es estable, no circunstancial. Ha adoptado una postura cómoda, que le permitirá aguantar en actitud vigilante bastante tiempo si las circunstancias lo requieren. Las dudas son evidentes en la mirada felina y un tanto escéptica, pero todavía esperanzada, de la muchacha.
La pared del fondo, mitad en tonos fríos, mitad cálidos, hace de marco adecuado para mantener en un empate la incertidumbre del desenlace.
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