Letras sin dueño, sin orden, revueltas, alborotadas, a su suerte abandonadas. Al lado pócimas mágicas dispuestas a apalabrarlas, brebajes atentos que aguardan su momento para aunarlas. Los libros, aprisionados, anhelan una mirada capaz de despertar su esencia, de revivir sus entrañas. Sueñan con una lectura capaz de darles la vida, una mirada atrevida que encuentre el cielo en sus páginas.