Como siempre, se
acercó despacio al fin del mundo. Escuchó atenta la queja silenciosa de su piel
al contacto con aquellas manos sedientas. Hacía tiempo que no se estremecía.
Trató de evadirse. Se entretuvo un instante en la mancha de humedad que había en la pared al
lado de la cama. Cerró después los ojos para huir mejor y concluyó que en tiempo de crisis los 30.000 euros
anuales libres de impuestos la convertían en un ser privilegiado. Por un
momento se sintió orgullosa de su cuerpo. Sus labios intentaron dibujar una
sonrisa agradecida cuando se dio cuenta de que una lágrima comenzaba a
abrasarle la mejilla.
No hay comentarios:
Publicar un comentario