Jardines de San Francisco se llamaba aquella plaza.
Con el traje de almirante, en agosto y de mañana,
con total convencimiento y sin mediar ni palabra
presentó su credenciales el marqués de la Ensenada.
Entre el tráfico y el ruido divulgaba sus hazañas.
De los coches y las motos no quería saber nada,
para airear su aventura por las calles ferrolanas
lo mejor, aseguraba, era usar la bici urbana.
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