El ritmo es
endiablado. Mientras disfrutamos del paisaje el tiempo pasa inexorable por nosotros a una velocidad vertiginosa. La vida vuela sobre los raíles y la tierra se va quedando atrás sin apenas permitirnos
darnos cuenta. Caminamos a toda prisa hacia una estación fantasma. Un andén inexistente nos espera, se nos viene encima a toda prisa. La distancia al infinito se acorta a cada instante. En los vagones de este tren endemoniado no hay previstas salidas de emergencia. El viaje finalmente nos depara un silencioso impacto mortal con el
vacío.
Las imágenes hablan por sí mismas. Esto es lo que éstas un día me dijeron a mí.
sábado, 14 de enero de 2012
martes, 10 de enero de 2012
El pasado era así
Los ladrillos hacían crecer la alegría en las ciudades. Eran años de esplendor. Mucha gente se frotaba las manos, empresas y ciudadanos se endeudaban sin reparo hasta las pestañas al abrigo de la bonanza. La proximidad del paraíso alentaba los ánimos. La carrera desenfrenada de los precios iba acelerando la locura colectiva. De un momento a otro se esperaba la llegada de los dioses cuando, de repente, alguien se dio cuenta de que estábamos construyendo rascacielos sin cimientos. Entonces, automáticamente, el mundo se desplomó.
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