Acaba de levantarse. Como
cada día, a Fatu le emociona saltar de la cama para ir corriendo al único grifo
del patio. Lo abre con exquisito cuidado. No quiere de ninguna forma que el
alma, a medio camino entre el temor y la esperanza, se le desparrame. El milagro
dura solamente unas horas al día y hoy se ha levantado un poco tarde. A pesar
de lo mucho que escasea el agua -o precisamente por ello-, disfruta aseándose
con mimo. Da gusto verla hacer. Tiene una desarrollada habilidad para conseguir
que ni una sola gota se distraiga de su cometido.