Clava los pies en la arena y el tiempo de inmediato se suspende. El corazón brinca inmóvil mientras la potencia bestial se arranca. Un silencio espeso reparte pánico en la grada. El riesgo astifino aprieta el fajín del torero hasta complicarle el aliento. La suerte se acerca deprisa hasta un suspiro escaso de la taleguilla. Si pasa de largo reventará de palmas el tendido alborotado. Si se fija en la entrepierna, el reloj tendrá que detenerse para que una pincelada intensa coloree de sangre la arena de la plaza.
Tengo grabada en mi retina, aquella tarde mágica del 5 de Julio del año 2009, aquella "tarde de toros" en la Monumental de Barcelona, donde, el diestro José Tomás, iba a matar, seis toros seis, en solitario.
ResponderEliminarNo soy ningún entendido del arte de la tauromaquia, recuerdo tardes, con el autor de esta foto, con excelentes flautas de Ibérico de Bellota, que me vuelve loco y nos metíamos entre pecho y espalda, acompañadas de frescas birras aderezadas con un par de sacos de pipas con sal por cabeza, en el tendido siete de las Ventas de Madrid.
De aquella tarde, en la Monumental no recuerdo el tamaño de la flauta del Pata Negra, ni la temperatura de la cervezas, lo que recuerdo es una "tarde única de toros" que pasé con mi tío, su cámara y el matador con más valor, quietud y cercanía al toro, que jamás he visto.
Desde aquel día, no he vuelto a pisar ninguna plaza de toros y dudo que vuelva si no es a ver, otra vez, seis toros seis del "Maestro de Galapagar" con mi tío Josito y su máquina de instantáneas.