Se conservaba muy bien y le gustaba entretenerse. Se acercó sin rodeos con su vida al hombro. A todas luces, el tiempo había sido benevolente con él. Tener 70 años en Senegal es haber tenido mucha suerte. Lucía abiertamente un espíritu reposado, la conciencia tranquila y una mirada que parecía sabia. Irradiaba plenitud y no tardó casi nada en desplegar sin aspavientos una madurez hermosa. Confesó, como si tal cosa, que disfrutaba envejeciendo. Le divertía sentirse bebiendo la vida en pequeños sorbos día a día.
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