No hay cementerios para barcas. Las barcas se mueren donde pueden. Cuando se jubilan buscan un lugar recogido y se acurrucan. No hay agonía. Sin lamentos ni lágrimas se entregan suavemente a su final. Van dejando que el mar las envuelva poco a poco, hasta apoderarse completamente de ellas y caer sumidas en una especie de sueño eterno. Entonces, en silencio, desaparecen para siempre.
Me parece muy interesante el juego de color, la fusión entre azules y verdes y muy cuidada la reflexión. Enhorabuena
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