España y Marruecos están muy cerca y se quieren, pero no es suficiente. La pareja no funciona. A pesar de la proximidad geográfica (sólo un ratito en barco nos separa) y del cariño (que se percibe intenso en ocasiones), al caminar por Marruecos algo nos recuerda constantemente que no estamos en casa. En todo momento se palpa otra cultura, otros colores, otro ritmo, otras inquietudes, otro tiempo. En el mismo Tánger, muy occidentalizado y a un tiro de ferry de Tarifa, el movimiento de la gente en la calle o en la playa es diferente al que se vive en el lado norte del estrecho. De ahí para abajo la pobreza aprieta y Europa se aleja muy deprisa. Cuando se sale de Tánger solamente se aprecian ráfagas residuales de globalización, Marruecos se hace más suyo y se empieza a percibir con toda su intensidad el latido propio de la vida árabe.
España y Marruecos son los países vecinos con mayor diferencia de renta del mundo. En 20 años la distancia económica entre ambos ha pasado de 6 a 13 veces. Rabat y Madrid no es que sean distintos, son desiguales.
La diferencia crece, igual porque al Rey de Marruecos, no le interesa pensar que las cosas no se están haciendo bien, ni que su pueblo piense demasiado.
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